jueves, 9 de agosto de 2012

Arte

Los monumentos, las grandes basílicas, los templos, los palacios... si, son arte, son bonitos. Los lienzos pintados con paisajes, escenas bélicas, las pinturas murales... si, también lo son. Una bonita canción, una sensual danza, la fricción sobre las cuerdas del violín y unos dedos hábiles que lo manejen... si, todo eso es arte.
Pero no tan interesante, quizás.
Yo vivo por el arte, quizás no de un monumento, quizás no de una escultura aun que despierte en mí sensaciones insólitas.
Yo vivo por el arte. Un arte delicado, sutil, fogoso pero suave, dulce, tierno, en ocasiones agresivo. A veces salvaje, otras sumiso. En ocasiones celoso, a veces compasivo.
Provoca en mi las sensaciones que necesito para vivir, y eso, solo eso... solo eso pueden proporcionarlo las mujeres. Por que son un arte en si mismas.
Esto no es una muestra de ego, pues pese a ser mujer no miro hacia mi; lo primero que se ve es lo que tienes delante, no lo que está tras tus ojos.
Las observo, las admiro, indago y por más que lo intente, no logro hacerme una idea general de ninguna.
Son tan únicas, y en el fondo tan poco valoradas. Quizás es ahí donde se produzca el mayor descubrimiento.
Hay obras de arte caminando por todas las calles del mundo, solo hay que mirarlas bien; a veces conocerlas bien para encontrar los diamantes que habitan bajo su alma.
Joyas en bruto, quisiera tenerlas todas, no obstante, a la vez no quisiera tener ninguna. Libres es como han de estar, como todo lo bello, libre en su estado, libre en su naturaleza. Nada debería oprimirlas y, tan pocas cosas deberían dañarlas. Sin embargo, tantas las dañan, tantas las oprimen.
Quisiera poder poner mezclarme con tanto arte, quisiera poder apreciar cada una como se merece.
Profundamente enamorada de ese arte, profundamente atolondrada por la esencia que desprenden.

Entiendo a aquel escultor que delinea sus curvas con el cincel. No por mandato sino por gusto, el gusto de sentir la creación bajo sus manos y, una vez terminado, acariciar la suave piedra. Sin embargo esta está fría, yo prefiero acariciar la piel verdadera, y si esta tenue la daré el calor que necesita.
Entiendo al pinto que se haya en un dilema, buscando el tono exacto, pero no lo encuentra.
Lo mismo pasa con mis palabras, atascadas en un incesante camino por alcanzar la perfección de la que habla, pues no soy digna siquiera de escribir ese arte tan sublime con esta combinación de palabras tan escasas, tan toscas.

Quisiera poder escribir bien, quisiera poder escribir de tal manera que mis palabras fueran dignas de todo lo que representa ese arte que admiro.

Lo siento por mi insolencia, seguiré mejorando para captar completamente esa esencia que os envuelve. Perdonadme, darme tiempo... quizás un día lo logre.
Mientras seguiré practicando, porque lo que se hace con sentimiento suele ir con ese toque especial, la firma casera de una artista que vive por el arte, arte que busca incesante.

lunes, 6 de agosto de 2012

Historia.

Se acerca, llevaba demasiado tiempo contemplando el cambiante color de su melena. Años atrás, observando desde la lejanía, sintiéndola cercana, pero tan fría...

Un día, la casualidad cayó en fortuna y posó su luminoso resplandor sobre ella.
Se miraron, sintió que era el momento, que no habría nunca otro, nunca nada igual. Era su oportunidad.

Con gesto vacilante inició el paso. Decidido fue tornándose su caminar hasta detenerse frente ella, sin querer hacerlo realmente.
La sintió cerca, se estremeció por el olor de su cuello perfumado. Se estremeció por su baja mirada y sus maquillados labios entreabiertos.

Quería decir las palabras más bonitas, y solo mostraba una risa nerviosa y vacíos comentarios.
La mujer comenzó a desviar la mirada, incómoda. Entonces ella suspiró, derrumbada.

La miró, reuniendo valor y sus labios comenzaron a hablar.

-Poder no es querer. No se nada sobre el poder, pero si se lo que es querer. Pero saber tampoco es obtener.-hizo una pausa, mirando al suelo, para más tarde volver a mirarla con ojos desganados.-No merezco nada, no me he buscado ese derecho. Pero tampoco lo he perdido. ¿Como perderte si aun no he empezado a ganarte? Pero solo con mirarte se que no te tendré. Ojalá. Pedir es gratis, pero rezar, rogar o implorar no me ha servido de nada. Ahora, frente tuya me declaro, y que el diablo me lleve si es necesario pero mis labios solo pueden hablar bien si es en busca de tu piel. Mis ojos ven borroso si tu te encuentras cerca, borroso todo aquello que te rodea y enfocada tu toda entera. Mis manos se resisten, se revelan por que solo buscan el imaginado que tu las proporcionas en sueños, al igual que esa suavidad con la que siempre logro conciliar el sueño.

La mujer se quedó paralizada. Ella no sabía que decir o si no quería decirla nada.
Fracasara o no la batalla nunca estuvo ganada, no perdía nada más por intentarlo blandiendo el acero. ¿Que importa? Acabó por ensartarse su corazón.

Y la mujer seguía allí, con el carmín en los labios y el fresco olor de su perfume. Carmín que ella deseaba devorar, y perfume con el que se quería camuflar.
Un silencio incómodo se hizo entre ellas dos.

-Yo.. no...-dijo la mujer. Ella levantó la mano silenciando sus labios, con los ojos apretados y una mueca de dolor.

Ella, pensó, entonces. Si había llegado hasta allí, no se iría sin haberlo intentando todo.
Su mano se aproximó a ella, acariciando su cintura. Notaba la costura de su prenda, el rugoso tacto, pero dulce por saber que tras esa fina tela se encontraba su piel.
Se acercó a ella, y desde una mínima distancia, aun sin tocarse, sus rostros casi se juntaron.
Ella solo quería disfrutar con lentitud de aquel momento, en el que cualquier segundo hubiera sido catástrofe, solo con un simple empujón.
No hubo tal empujón, pero ella lo esperaba. Sus mejillas se rozaron. Desde allí el perfume acabó de embriagarla, olía también más allá, el suave y delicado brebaje que la sumiría en la peor de las sensaciones, aun que en esos momentos fuera la mejor de su vida.

Su otra mano se apoyó en la barra, acorralándola. Ya de nada la importaba gente a su alrededor, allí había un vacío que solo ellas rellenaban.
Sus labios por un momento casi se rozaron, ya sentía el sabor del carmín.

La mujer, con la respiración entrecortada, se mordía un labio. Ella se perdía entre la sutileza de sus gestos, desde allí podía casi saborear el carmín. Ella la deseaba, pero sabía que la mujer a ella no.

Deslizó sus labios hasta su cuello, aun sin llegar a rozarlo. Subió hasta su oreja y... susurró. Unas palabras que solo ellas podrían oir, algo que solo ellas compartirían en aquel momento. Intimo, personal.

Ella se apartó, con mucha lentitud. La miró un instante, con rostro indescriptible. No había tristeza en ella, quizás fuera melancolía, añoranza... pero no tristeza.
Ella se retiró, y cogiendo su chaqueta emprendió la marcha, dándose la vuelta.

¿Que haría aquella mujer? Hiciera lo que fuera, ella sabía que nunca la pertenecería.